Con un mensaje leído por Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (Celam), concluyó este 28 de noviembre la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que se realizó de manera virtual-presencial desde la Conferencia Episcopal de México.
En el mensaje los Asambleistas expresaron la alegría con la que se vivió esta reunión como una verdadera experiencia de sinodalidad, en la escucha mutua y en el discernimiento comunitario de lo que el Espíritu quiere decir a su Iglesia. Todos han caminado juntos reconociendo la poliédrica diversidad, “pero sobre todo aquello que nos une, y en el diálogo nuestro corazón de discípulos se ha vuelto hacia las realidades que vive el continente, en sus dolores y esperanzas”.
“Constatamos y denunciamos el dolor de los más pobres y vulnerables que sufren el flagelo de la miseria y las injusticias. Nos duele el grito de la destrucción de la casa común y la “cultura del descarte” que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y afrodescendientes”, expresa el presidente del Celam en la lectura del mensaje.
Dolor por las injusticias a los más débiles
En el texto se constata y denuncia “dolor de los más pobres y vulnerables que sufren el flagelo de la miseria y las injusticias, el grito de la destrucción de la casa común y la “cultura del descarte” que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y afrodescendientes”. A cada uno de los participantes en esta asamblea, les duele “el impacto y las consecuencias de la pandemia que incrementa más las desigualdades sociales, comprometiendo incluso la seguridad alimentaria de gran parte de nuestra población. Duele el clamor de los que sufren a causa del clericalismo y el autoritarismo en las relaciones, que lleva a la exclusión de los laicos, de manera especial a las mujeres en las instancias de discernimiento y toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia, constituyendo un gran obstáculo para la sinodalidad”. En el texto se lee la preocupación por la “falta de profetismo y la solidaridad efectiva con los más pobres y vulnerables”.
Pero también hay esperanzas, nacidas de “la presencia de los signos del Reino de Dios, que llevan por caminos nuevos a la escucha y al discernimiento”. El mensaje muestra el camino sinodal como “un significativo espacio de encuentro y apertura para la transformación de estructuras eclesiales y sociales que permitan renovar el impulso misionero y la cercanía con los más pobres y excluidos”. También es motivo de esperanza la Vida Religiosa, “mujeres y hombres que viviendo contracorriente dan testimonio de la buena nueva del Evangelio”, y la piedad popular.
Asamblea vivida como un Kairos
Vivida como “un Kairós, un tiempo propicio para la escucha y el discernimiento” que conecta con el Magisterio e “impulsa a abrir nuevos caminos misioneros hacia las periferias geográficas y existenciales y lugares propios de una Iglesia en salida”. Desde ahí se pregunta por los desafíos y orientaciones pastorales a ser asumidos, diciendo que “la voz del Espíritu ha resonado en medio del diálogo y el discernimiento”, llamando a una mayor encarnación, acompañamiento y promoción de los jóvenes, atención a las víctimas de los abusos, participación activa de las mujeres en los ministerios y en los espacios de discernimiento y decisión eclesial.
“La promoción de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural; la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo; la promoción de la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, política, social y eclesial; la escucha y el acompañamiento del clamor de los pobres, excluidos y descartados. La renovación de los programas de formación en los seminarios para que asuman la ecología integral, el valor de los pueblos originarios, la inculturación e interculturalidad, y el pensamiento social de la Iglesia como temas necesarios, y todo aquello que contribuya a la adecuada formación en la sinodalidad”. En la larga lista de elementos a tener en cuenta, no es fácil resumir las aportaciones de tanta gente, se recordó la importancia de la experiencia de Pueblo de Dios, de vivir los sueños de Querida Amazonía, de acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, tierra y sus culturas.
La sinodalidad es el camino, algo que pertenece a la esencia de la Iglesia, por lo que se insiste en que “no es una moda pasajera o un lema vacío”. Es algo que ha hecho aprender a caminar juntos, involucrando a todos. Ahora se trata de llevarlo a las comunidades, a las bases, por lo que se muestra el compromiso a seguir el camino, aprendiendo y creando, en un itinerario pastoral que busca la conversión misionera y sinodal. Podemos decir que la ruta está marcada, ahora queda la valentía para enfrentarla, sin olvidar algo que es innegociable: tiene que ser juntos.
Como en Aparecida: Discípulos misioneros de su Reino
El deseo de reavivar el espíritu de Aparecida y en el horizonte del Jubileo Guadalupano en 2031 y el Jubileo de la Redención en el 2033, la Asamblea Eclesial de América Latina ha emitido un mensaje donde se recoge lo vivido desde el 21 de noviembre en un evento inédito e histórico.
El presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), afirma confesando que es “Jesucristo Resucitado quien nos ha convocado una vez más” para así “comunicar por desborde de alegría el gozo del encuentro con Él, para que todo tengamos en Él vida plena”, como nos dice Aparecida. Sintiendo la compañía de Jesús en “la tarea emprendida de repensar y relanzar la misión evangelizadora”, el mensaje reconoce la necesidad de “un camino de conversión decididamente misionera”, que tiene como presupuesto la necesidad “de mayor responsabilidad pastoral”.
Agradecimiento de Mons. Cabrejos a asambleístas
El presidente del Celam, en su mensaje de saludo y cierre durante la jornada de clausura de la Asamblea Eclesial agradeció a asambleístas virtuales y presenciales, porque “cada uno de ustedes ha traído una gran riqueza de experiencia pastoral, que generosamente han donado”. Agradeció también al Episcopado Mexicano, por la manera como “se abrieron para nosotros hace una semana para acoger a la Asamblea Eclesial en modalidad virtual y presencial”. “En esta casa nos hemos encontrado y reencontrado amigos de hoy y de ayer. Hemos iniciado y reforzado lazos de fraternidad, de comunión en una asamblea dinámica, donde la distancia, la pandemia y diversas circunstancias, no han sido impedimento para saludarnos, escucharnos y discernir”, añadió.
Mosaico digital y humano
Saludó agradeciendo también a las diversas comisiones: “A la Comisión de Espiritualidad y Liturgia: norte de nuestro encuentro, luz de la espiritualidad, oración y comunión”. A "la Comisión de Metodología de los grupos, Programas y Contenidos, a la Comisión de medios de comunicación y a la Comisión de Tecnología, conexión y transmisión”. Acotó: “Aquí hago una mención especial: la virtualidad ha estado al servicio de la comunicación. Se ha vivido una verdadera comunión. Nuestra voz y nuestro mensaje han sido amplificados y han llegado a todo el mundo gracias a este grupo”. Para el prelado “ha sido un mosaico digital, pero ‘humano’, de rostros, sonidos y colores que hemos visto y escuchado a través de las pantallas, han hecho sentir en este auditorio a los cientos de asambleístas virtuales, y a ellos los han hecho estar aquí presentes entre nosotros”. Agradeció también a los dicasterios del Vaticano que se hicieron presentes también en esta Asamblea.
“¡El mundo nos ha visto gracias a ustedes! Ha sido una hermosa y ejemplar experiencia de buen uso de los medios de comunicación y de la tecnología. ¡Gracias a los jóvenes talentos puestos al servicio de la Iglesia!”, señaló.
Fuente: www.cec.org.co