Historia del Lienzo
La Historia de la milagrosa renovación del Lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá se remonta a mediados del siglo XVI cuando los frailes dominicos comienzan su misión evangelizadora en la región central de lo que hoy es el corazón del territorio de Colombia.
Por aquellos tiempos, un caballero proveniente de España, Antonio de Santana, obtiene de 1560 la encomienda de Suta, ubicada en el Valle de Saquencipá en dicha región (hoy Boyacá).
Entre 1560 y 1562, llega también procedente de España fray Andrés Jadraque, misionero dominico, que ve necesario entronizar en dicha capilla del encomendero una imagen de la Virgen del Rosario, advocación muy venerada y difundida por su Orden Dominicana. Cerca del lugar, en la ciudad de Tunja, vivía un pintor , también de origen español, llamado Alonso de Narváez, con quien acuerdan la pintura de la imagen de Nuestra Señora del Rosario con el Niño Jesús en brazos, acompañada por los santos patronos del encomendero y del fraile, San Antonio de Padua y el Apóstol San Andrés respectivamente.
Don Alonso de Narváez utiliza una mezcla de tierra de colores con zumo de yerbas y flores, para pintar la imagen en un lienzo de algodón tejido por los indígenas. La Madre del Rosario, vestida de rosa y manto celeste, se erige de pie sobre un creciente de luna, mientras dirige tiernamente su maternal mirada al Niño Jesús que, apoyado en el brazo izquierdo de la Madre celestial, juega con una avecilla que sostiene en su mano. A la derecha de la Virgen, sereno y reverente, se yergue san Antonio de Padua con su tradicional hábito de los frailes menores, mientras a la izquierda, San Andrés sostiene la cruz en aspa que recuerda su martirio, al igual que el vibrante rojo sangre que baña en tonos carmesí su capa de Apóstol peregrino.
La hermosa imagen fue solamente entronizada en la capilla techada con paja silvestre en la tierra de “Aposentos”, donde fray Andrés catequizaba a los nativos indígenas de la región de Suta. Allí permaneció durante más de una década la imagen de la Virgen del Rosario con sus dos ilustres santos edecanes. Sin embargo, 12 años más tarde, en 1574, la misión iniciada en aquellas tierras por los frailes dominicos debió pasar a otras manos, a fray Andrés Jadraque fue enviado a otro convento. Con el tiempo la capilla doctrinera se deterioró de tal manera que las goteras y el sol estropeó el lienzo de la Virgen, quedando prácticamente borrada del todo la imagen de Narváez.
Dos años más tarde, en 1576, el cura doctrinero de Suta, Don Juan Alemán de Leguizamón, encontró el lienzo, pero estaba tan deteriorado y en tal mal estado que decidió retirarlo del altar y se lo entregó al encomendero en presencia de su esposa, Doña Catalina de Irlos. El lienzo fue destinado a una despensa de grano para servicio doméstico, y fue especialmente utilizado por su textura de algodón para secar trigo al sol.
Un año más tarde, en 1577, muere el encomendero Don Antonio de Santana y su esposa Catalina se traslada a la pequeña aldea de Chiquinquirá, entonces un lugar pantanoso y despoblado donde reinaban la neblina y el frio. Entre sus enseres domésticos Doña Catalina lleva el antiguo lienzo destinado ahora para secar el trigo.
En 1585 llega a Tunja María Ramos, esposa de Pedro de Santana, hermana de Don Antonio. Pronto se traslada a Chiquinquirá para acompañar a su viuda Doña Catalina de Irlos. Allí encontró el lienzo abandonado, y al enterarse que en él había estado pintada una imagen de la Virgen, lo recogió, lo arregló y lo colocó en alto, frente al cual pronunciaba diariamente esta bella oración: ¿Hasta cuándo, Rosa del cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifestéis y os dejéis ver al descubierto para que mis ojos se regalen de vuestra soberana hermosura, que llene de gozo y alegría mi alma? Estas hermosas palabras las repetía María Ramos todos los días hasta que por fin fueron benignamente escuchadas.
El acontecimiento de la Renovación
El viernes 26 de diciembre de 1586 a las nueve de la mañana, después de haber permanecido durante más de dos horas en oración, se levantó de su asiento para salir de su capilla. En aquel instante pasaba por allí una india que venía de Muzo, llamada Isabel, con un niño llamado Miguel de unos cuatro o cinco años. Al pasar por frente a la puerta de la capilla dijo el niño a la mujer que lo llevaba: ¡Mire, mire! Miro la mujer hacia la capilla y vio que la imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo y despedía de si una luz que llenaba de claridad toda la capilla. Llena de asombro dijo en altavoz a María Ramos, que iba saliendo del oratorio: Mire, mire, que la Madre de Dios se ha bajado de su sitio, está en vuestro asiento y parece que se está quemando. Miró María Ramos y admirada de ver tan estupendo prodigio, llena de asombro se dirigió llorando hacia el altar, se arrojó a los pies de la sagrada Imagen; con mucho temor puso los ojos en ella y vio cumplidos sus deseos, pues, estaba patente la imagen de la Madre de Dios en el sitio mismo donde la piadosa María Ramos solía orar.
La imagen de la Virgen lucía con una hermosura sin igual, con unos colores muy vivos y despidiendo de sí grandes resplandores que bañaban de luz a los santos que tenía a los lados y llenaba de claridad toda la capilla. Tenía el rostro muy encendido. Toda la pintura estaba renovada completamente. El rostro de la Madre Santísima permaneció encendido todo aquel día; después, la imagen quedó tal como hoy se contempla.
A los clamores de María Ramos y a las voces de Isabel acuden Juana de Santana, Catalina García de Irlos, Ana Domínguez y otras personas que llenas de admiración estuvieron embelesadas y gozando de aquellos resplandores de gloria que llenaban de claridad la capilla y de alegría en cada uno de sus corazones. La fama de tal acontecimiento se extendió por toda la región y por todo el Nuevo Reino de Granada. Y los visitantes, los favores y las plegarias comenzaron a multiplicarse hasta el día de hoy.
La Virgen Rosario de Chiquinquirá que fue proclamada y coronada como Reina y Patrona de Colombia el 9 de julio de 1919, continúa atrayendo hacia su Hijo Jesús, los corazones de aquellos que la invocan como consuelo y alegría de los pecadores.
María Ramos fue la Primera Guardiana de la Imagen de Nuestra Señora hasta la fecha de su muerte acaecida en 1623 y desde el 30 de mayo de 1636, los Frailes Dominicos son sus Guardianes y Ángeles Custodios de la Virgen, ya que ellos fueron los primeros Misioneros Evangelizadores de Colombia.