MIRAR EL CRUCIFICADO
Jesús entonces salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el Hombre! Jn. 19,5
Mirar el Crucificado es encontrarse con el HOMBRE desconcertante. Un hombre sumido en el silencio profundo. Un hombre que soporta, aguanta, resiste. Un Hombre que sabe esperar, que sabe llegar hasta el final. Un Hombre fiel.
Mirar al Crucificado es preguntarse por esa actitud que tiene de no devolver mal por mal, de no reaccionar con violencia, de no atacar al otro que le golpea. El Crucificado ha llegado hasta la meta, ha realizado el Proyecto del Padre con una resistencia interior, con una actitud profunda de integridad, armonía, unidad, que hace levantar la pregunta: «Y este Hombre, ¿Quién es? ¿Por qué soporta la violencia de los otros en silencio y con bondad y dulzura en su mirada y en sus labios? ¿Quién le da esa fuerza interior para callar y no defenderse? ¿Cómo es capaz de sufrir tanta adversidad y no perder la calma, la serenidad, la paciencia?».
Jesús en la recta final de su camino, se encuentra con la violencia. Y no responde con ella. A Pedro le manda guardar la espada. Y Él no necesita que el Padre le envíe legiones de ángeles. Jesús manso y humilde de corazón, sabe llevar la cruz pesada y dolorosa, por amor. Sabe que la «tierra del corazón del hombre» sólo se posee desde la esperanza, desde la paciencia, desde la mansedumbre y dulzura. Él sabe que el corazón del hombre y de la mujer no se doblega a la violencia. Sabe que no se conquista el corazón del hombre y de la mujer con la fuerza bruta de un revólver, de una metralleta o del chantaje de un dinero sucio. Lo «comprado» nunca es poseído.
Jesús sabe que el amor no fuerza, no extorsiona, no hace juego sucio. Y sufre por el hombre y la mujer aguantando los latigazos, amarrado a la columna en silencio y orando en su interior por los que lo maltratan. Y sufre en silencio ante un público que prefiere a Barrabás a Él, Enviado del Padre, disculpándolo porque nos abe lo que hace. Siempre en su corazón el amor es más fuerte que el odio que recibe.
Jesús calla ante el tribunal religioso y político porque nada tiene que defenderse. En Él, todo es claro, puro, transparente. En Él la verdad ha quedado en los discípulos que pueden o no dar la cara por Él. Jesús soporta el peso de la cruz camino del Calvario y las caídas sin rabia, sin odios; lo soporta con amor y permanece en la Obra comenzada, hasta el final.
Jesús, en la cruz, desnudo y solo, a nadie echa la culpa, a nadie condena, a nadie responsabiliza de lo que han hecho con Él. Acepta su situación límite, acepta «ser un gusano y no un hombre», acepta ser un marginado, un desechado, un pecador más. Los golpes de los hombres en lugar de alejarle de los hombres les acercan más a los hombres. Su dolor tiene la resistencia de la BONDAD del Padre de que participa en plenitud. Su dolor aguantado por salvar al hombre y a la mujer se convierte en fuerza liberadora y no en ira opresora. Jesús proclama desde el final de su pasión y muerte que «es dichoso porque es manso, porque ha sabido sufrir, ha sido sufrido, y así llegará a poseer la tierra». Su mansedumbre y dulzura le han hecho Señor del corazón del hombre, de la mujer y de la historia.
Para un mundo violento, duro; para una sociedad que no aguanta y que luego devuelve la jugada; para un hombre y una mujer llenos de miedos e inseguridades; para el hombre y la mujer de hoy vulnerables en extremo y de reacción impulsiva o violenta rápidamente… Jesús se presenta como el modelo del estilo de comportamiento, como la manera de conducirse ante lo que ataca o amenaza destruir al hombre. Jesús ha dejado surgir de su corazón manso y dulce en la cruz un nuevo tipo de hombre: el hombre de corazón resistente, fuerte, capaz de soportarlo todo. Es el Hombre del amor verdadero, es el Hombre de opción por el hombre, es el Hombre amigo del hombre y no lobo de su hermano, es el hombre-Abel que derrota al Caín que siempre huye porque el miedo cuelga de su corazón débil y disperso.
Hoy la Iglesia, la sociedad, el mundo en general reclama hombres y mujeres nuevos de corazón manso y dulce. Hombres y mujeres de corazón nuevo aprendiendo en la escuela del Maestro. Hombres y mujeres de corazón entero que nada temen, nada les quita la paz. Un corazón integrado, un corazón resistente y con mucha capacidad de amar: eso es el corazón manso y dulce.