21 de junio de 2021 | Delegado de Comunicaiones | Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano |
El predicador de la Casa Pontificia vuelve como cardenal a la universidad donde fue alumno y profesor para celebrar el centenario de su fundación. El purpurado lanza un mensaje a los alumnos y a los profesores: "No os preocupéis por aumentar los conocimientos, sino la capacidad de amar. Las caricias y las sonrisas a veces hacen más bien que las medicinas".
El padre Raniero Cantalamessa regresa como cardenal a la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma, donde, en los años 60 y 70, fue primero estudiante y luego profesor en la Facultad de Letras y Filosofía y en la dirección del Departamento de Ciencias Religiosas. El predicador de la Casa Pontificia -creado cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio de noviembre de 2020- celebró ayer una misa por el centenario de la Universidad en el Policlínico Gemelli. Y tuvo palabras de aliento para todos los estudiantes, futuros médicos, a los que recomendó "cultivar junto a la mente, también el corazón", para poner "las ideas y la ciencia al servicio de las personas" y "nunca al contrario".
"Nunca olviden que detrás de un historial médico y de los resultados de las pruebas, hay una persona humana y que a menudo una caricia vuestra, una sonrisa y una palabra de esperanza puede hacer más bien que cualquier medicina. No permitamos que la tecnología y la instrumentación sustituyan el contacto humano", dijo el cardenal durante la misa, concelebrada con monseñor Claudio Giuliodori, asistente eclesiástico de la Universidad Católica.
Y a propósito de la vocación, en la misma homilía, el religioso capuchino recordó su llamada a la predicación, que floreció precisamente en las aulas de la Universidad romana. "En 1979... sentí la llamada a dejar el escritorio por el púlpito, es decir, a dedicar mi vida por completo a la proclamación del Reino de Dios".
Al principio no sabía a dónde ir, luego llegó la llamada de Juan Pablo II, que le nombró predicador de la Casa Pontificia: "¡Fue en el Vaticano donde tuve que empezar a predicar el Reino de Dios!", recuerda el padre Cantalamessa, que, sin embargo, aconseja a los jóvenes y a los seminaristas que no sigan su ejemplo: "No dejéis los estudios si no estáis seguros de haber recibido una llamada diferente. Aprovechen al máximo las posibilidades que os ofrecen los estudios universitarios". Son "un privilegio del que se es responsable ante uno mismo y ante la sociedad".
Durante 41 años, el capuchino fue -como se le conoce- "un testigo de la increíble humildad de los tres últimos Papas" que cada viernes, en Adviento y Cuaresma, dejaban todo de lado "para ir a escuchar el sermón de un simple sacerdote de la Iglesia católica". Al menos hasta el año pasado, cuando el Papa Francisco lo quiso entre los miembros mayores de 80 años del Colegio Cardenalicio.
En el transcurso de su reflexión, Cantalamessa se detuvo en el significado del "Sagrado Corazón" que da nombre a la Universidad, elegido entonces "por el papel que desempeñó el culto al Sagrado Corazón en el momento de su fundación". Un culto que no recuerda "un acontecimiento pasado", sino "una realidad actual", que es "el corazón vivo y palpitante del Resucitado". Es de este corazón que "nuestra civilización, dominada por la tecnología necesita, si queremos evitar que, mientras se recalienta físicamente, nuestro planeta retroceda, espiritualmente, a una edad de hielo", dijo el cardenal.
"Hace tiempo que se trabaja en un tipo de ordenador que 'piensa'... pero nadie ha previsto hasta ahora la posibilidad de un ordenador que 'ame', que se conmueva, que salga al encuentro del hombre a nivel afectivo, facilitando el amor, como facilita el cálculo de las distancias entre los astros, el movimiento de los átomos y el almacenamiento de datos", añadió.
"El fortalecimiento de la inteligencia y las posibilidades cognitivas del hombre no va, por desgracia, de la mano del fortalecimiento de su capacidad de amar", observó Cantalamessa. Por el contrario, parece que esto último no cuenta para nada, "mientras que sabemos que la felicidad o la infelicidad no dependen tanto de saber o no saber, como de amar o no amar, de ser amado o no serlo".
La recomendación del Cardenal a los estudiantes de la Universidad Católica es, por tanto, no estar "ansiosos" por aumentar el conocimiento, sino la capacidad de amar, porque "el conocimiento se traduce automáticamente en poder, el amor en cambio en servicio".
"Sólo el amor redime y salva, mientras que la ciencia y la sed de conocimiento sólo pueden llevar a la condenación", señaló el purpurado, recordando, como ejemplo, la escena de la famosa película de Ermanno Olmi "Cien clavos", en la que el protagonista tiene clavados en el suelo los preciosos volúmenes de una biblioteca, gritando: "¡Todos los libros del mundo no valen una caricia!". Al final de la celebración, el rector Franco Anelli, en nombre de la comunidad universitaria, entregó algunos regalos al cardenal y a la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta.
FUENTE: https://www.vaticannews.va/