Durante su homilía al abrir la CVII Asamblea del Episcopado Colombiano, el Arzobispo de Bogotá Cardenal Rubén Salazar llamó la atención sobre demonios como el pelagianismo, el gnosticismo y el clericalismo y brindó reflexiones sobre la dimensión social de la evangelización.
Inspirado en el evangelio de San Marcos, que relata como Jesús expulsa una serie de demonios y los envía a los cerdos y siguiendo enseñanzas del Papa Francisco, el Cardenal llamó a tomar conciencia de las características muy especiales que revisten en nuestra época estos demonios al interior de la Iglesia. Según el también expresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, “el demonio que tenemos que descubrir y del cual tenemos que pedir al Señor que nos libre es el pelagianismo, es decir de creernos nosotros los salvadores, los mesías, los que vamos a poder, por nuestras propias fuerzas, ser liberados del pecado y de la muerte.”
Al tiempo, también advierte de otro demonio, el gnosticismo, ”es decir pensar que todo puede ser doctrina y doctrina y solo doctrina, y pensar que solo los catecismos y muchos catecismos e insistir en la doctrina, que por ahí vamos a poder ser salvados.” Por otro lado, hizo énfasis en un tercer demonio que es “muy peligroso, muy sutil: el demonio del clericalismo; el creernos nosotros los dueños de la Iglesia, creer que somos nosotros los únicos depositarios de la salvación y por lo tanto no servir al pueblo de Dios, sino pretender ser servidos.”
Para librarse de estos demonios, el cardenal propone acudir “al Señor Jesucristo para suplicarle que nos cubra, que nos sane, que nos libere, que nos haga auténticos instrumentos de su amor y de su misericordia”. Liberados de esta manera, se abre el camino para anunciar las grandezas y la misericordia del Señor.
En torno a la dimensión social de la evangelización, Rubén Salazar dijo que es precisamente “un hacer posible que la salvación se concrete de una manera muy definida, muy clara en todas las situaciones del ser humano, el que va a ser salvado, aquel que es liberado de todos los demonios y del pecado (…). Allí es en donde el anuncio del evangelio tiene que iluminar, fortalecer, tiene que sanar, liberar y dar por lo tanto toda la fuerza y la luz que se necesita para seguir adelante en esa tarea.”
Fuente: https://www.cec.org.co