Después de la oración del ángelus de este domingo, en el día en que Francisco cumplía 81 años, ha cumplido con la tradición romana por la que los papas bendicen las imágenes del Niño Jesús que poblarán los belenes de las familias. Además de dar su bendición, el Papa se refirió al lema que los Oratorios Romanos –impulsores de este acto– eligieron para este sencillo momento: “¡Siempre hay un sitio para ti!”. A raíz de este texto, recomendó a los pequeños “Cuando recéis en casa, delante del belén con vuestra familia, dejaos atrapar por la ternura del Niño Jesús, nacido pobre y frágil entre nosotros, para darnos su amor. Esta es la verdadera Navidad. Si quitamos a Jesús, ¿qué queda de la Navidad? Una fiesta vacía. ¡No quitéis a Jesús de la Navidad! Jesús es el centro de la Navidad, ¡Jesús es la verdadera Navidad! ¿Lo entendéis?”.
A pocos metros el nacimiento de la Plaza de San Pedro. Cada año es elaborado por una región o un colectivo diferente. En esta ocasión la Abadía Territorial de Montevergine, en Benevento al sur de Italia, ha tomado el relevo del elaborado por Malta hace 12 meses. Con una extensión de casi 80 metros cuadrados, el pesebre, que sigue el estilo napolitano del siglo XVIII, tiene una veintena de figuras en terracota que además de acoger a la Sagrada Familia escenifican las obras de misericordia.
Las tradiciones napolitanas de belenes, en tantos momentos de la historia conectadas a las españolas, siempre han sido un ejemplo de cómo los belenes se han ido encarnando en las diferentes modas culturales del momento. En su inauguración, el 7 de diciembre, Francisco advertía de la finalidad última, el nacimiento y el árbol “hacen más visible cada año el Nacimiento del Hijo de Dios”.
Han pasado muchos años desde que en 1223, en una cueva cercana al castillo de Greccio, en el centro de Italia, san Francisco de Asís y un grupo de franciscanos preparasen un altar sobre un pesebre, junto al cual habían colocado una mula y un buey. Unos campesinos interpretaban los personajes de la narración del Evangelio de san Lucas. Aquella noche, escribió uno de los frailes, “se rindió honor a la sencillez, se exaltó la pobreza, se alabó la humildad y Greccio se convirtió en una nueva Belén”.
Aquella celebración de la eucaristía de Navidad en la que todos los fieles formaban parte de aquel Belén viviente no se olvidó jamás. Cuentan que la gente volvió contenta a sus casas, llevándose como recuerdo la paja, que luego se demostró una buena medicina para curar a los animales. Todos entendieron que ellos formaban parte del Misterio.
¿Y hoy en día? A pesar de los desplantes institucionales o desde diferentes colectivos, para muchos sigue siendo un elemento inequívoco de que se acerca la Navidad en las parroquias, en los colegios, en las casas de las familias, en tantos locales de asociaciones… Pueden ser belenes preparados por parte de un grupo de aficionados o voluntarios, o de profesores, monitores o chicos…
Grandes o pequeños; plagados de escenas bíblicas o sencillamente con María, José y el Niño; de porcelana, escayola, barro o madera; con un río con el agua en continuo movimiento o con papel de aluminio; en dos dimensiones o en tres; con lavanderas o plantas que germinan; con imágenes de estilo napolitano o uno viviente con niños y mayores; tecnológico o clásico… Son tantas las formas y las evoluciones que podemos decir que la encarnación del Niño que viene se actualiza en cada tiempo y en cada ambiente. Así es la encarnación, que supera todo tipo de límites temporales o espaciales.
A lo largo de toda la geografía cristiana, los belenes se preparan con esmero y con cierta veneración porque es una forma de percibir el Misterio que se encierra tras la debilidad del Niño que nace en Belén.
Y es que poner el Belén es algo más que decorar un espacio con un paisaje invernal, desértico o caballeresco. El cariño con el que tantos se disponen en estos días a desempolvar las figuras o recoger el musgo es una buena expresión del Amor de Dios por la humanidad.
Fuente: http://www.vidanuevadigital.com