(ZENIT – 12 marzo 2018).- “Cuando el Señor pasa por nuestra vida y hace un milagro en cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros sabe lo que el Señor ha hecho en su vida, allí no termina todo”.
El Santo Padre ha invitado a “buscar el rostro de Dios”, a “buscar esa alegría”, en la Eucaristía celebrada el lunes, 12 de marzo de 2018, por la mañana, en la capilla de Santa Marta.
En la primera lectura tomada del libro del profeta Isaías, se hace referencia a ese “milagro” que realiza el Señor. Dijo Francisco: “He aquí, yo creo nuevos cielos y nueva tierra. Se gozará y se gozará siempre, de lo que estoy a punto de crear”. El Señor atrae nuestro deseo a la alegría de estar con Él.
El Obispo de Roma afirmó que el verdadero cristiano no se detiene ante la primera gracia recibida, sino que siempre va adelante, porque busca la alegría de estar con el Señor.
“Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. Es un reproche que, en el pasaje evangélico del día, Jesús dirige al funcionario del rey que sale a su encuentro en Galilea para pedirle que le cure a su hijo enfermo. La gente sabía que Jesús había hecho ya tantos milagros. Y Jesús parece perder la paciencia porque considera que el prodigio es lo único que cuenta para ellos.
En este contexto, el Papa ha reflexionado: “¿Dónde está su fe?”. Ver un milagro, un prodigio y decir: ‘Pero, Tú tienes poder, Tú eres Dios’. Sí, es un acto de fe, pero pequeñito. Porque es evidente que este hombre tiene un poder fuerte; pero allí comienza la fe, pero después debe ir adelante. ¿Dónde está tu deseo de Dios? Porque la fe es esto: tener el deseo de encontrar a Dios, de encontrarlo, de estar con Él, de ser feliz con Él.
Cristianos aparcados
“¿Qué pensaría Jesús de los tantos cristianos que se detienen allí, ante la primera gracia recibida” –ha preguntado Francisco–.
“Porque hay tantos cristianos detenidos, que no caminan; cristianos arenados en las cosas de cada día –¡buenos, buenos!– pero que no crecen, permanecen pequeños. Cristianos aparcados: se estacionan. Cristianos enjaulados que no saben volar con el sueño hacia esta cosa bella a la que el Señor nos llama”.
El Papa propuso a los fieles la pregunta interior: “¿Cómo es mi deseo? (…) ¿Busco al Señor así? ¿O tengo miedo, soy mediocre? (…) ¿Cuál es la medida de mi deseo? ¿El antipasto o todo el banquete?”
Y concluyó afirmando: “Custodiar el propio deseo, no acomodarse demasiado, ir un poco adelante, arriesgar. El cristiano verdadero se expone, sale de su seguridad”.
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