Aunque toda la comunidad religiosa está bajo el primado de la voluntad de Dios, hay un ministerio o función que adquiere una peculiar relevancia: es el servicio de la autoridad y del liderazgo. El derecho canónico pide a quienes lideran o guían nuestras Comunidades lo siguiente:
Ejerzan los superiores con espíritu de servicio la potestad que han recibido de Dios, mediante el ministerio de la Iglesia (CIC can. 618).
El liderazgo comunitario le pide a la persona llamada a ejercerlo que tenga en cuenta algunas prioridades:
La primera: ponerse al servicio del Espíritu que derrama sus carismas entre todos y promover en la comunidad la vida en el Espíritu. Así, por ejemplo, quien guía a la comunidad ha de garantizarle tiempos y calidad de oración, velando cada día para que ella –y en especial la eucaristía y la palabra– se conviertan en la respiración de la comunidad que tienen encomendada. Le corresponde, por lo tanto, velar con solicitud para que se vaya edificando una comunidad de hermanas o hermanos en Cristo, en la cual se busque, por encima de todo la voluntad de Dios y Dios sea amado y servido.
La segunda: promover la dignidad de cada persona que forma parte de la comunidad; animar y servir al carisma que le ha sido concedido, infundir ánimo, esperanza; ejercer la autoridad del buen samaritano, atento también a curar las posibles heridas.
La tercera: mantener vivo el carisma, de modo que sea vivido e interpretado según las circunstancias de los tiempos y lugares; y estrechamente vinculado al carisma, acompañar la formación continuada de la comunidad. Sin itinerario formativo una comunidad se deforma, pierde su encanto carismático. Se decía en una importante reunión eclesial que allí donde no existan serios itinerarios de formación continuada, no habría que aceptar introducir procesos de formación inicial.
La cuarta: procurar la conexión de la comunidad con la Iglesia recordándole que nuestra obediencia es creer con la Iglesia, pensar y hablar con la Iglesia, servir con ella. Y esto se traduce en una relación efectiva y afectiva con nuestros pastores y las Iglesias locales, como también con el Papa y la Iglesia mundial.
El servicio de liderazgo permite la articulación múltiple de las comunidades entre sí, la conexión entre el presente, el pasado y su tradición y el futuro y sus proyectos.
Autor:José Cristo Rey García P. El encanto de la vida consagrada.
Fuente: Diócesis de Chiquinquirá